Maestro Aurelio Macchi:
Yo no sé si lo que hago, tiene valor. Sólo sé que no puedo hacer otra cosa. Quizás no recuerde que fui alumno suyo. Pero quiero agradecerle ahora, después de tantos años, su empeño en enseñarme. Naturalmente, no lo culpo de los resultados.
El espacio. El espacio vacío y el lleno. Usted me enseñó a verlo. Usted, mediante la afinación del ojo y del acto, me introdujo en los misterios de los opuestos que hacen al mundo y a la vida, física y espiritualmente.
La poesía que nace de una forma junto a otra: “una oreja, para un plástico, antes de ser una oreja, es una forma “. Eran verdades aparentemente simples, pero para que existieran, alguien tenía que nombrarlas. Usted nombró a la forma y la forma se hizo.
Mientras viví en Barcelona, se realizó en Buenos Aires una muestra colectiva donde figuraban algunos de mis trabajos. Un queridísimo amigo me envió una carta e incluyó una nota que alguien había escrito al ver mis esculturas, nota que terminaba con un poema de Vallejo. No había firma, de manera que no sé quién la escribió. Nota y poema me conmovieron. ¿Sabe por qué? Me sentí útil, se me reveló que las “frases” que uno dice con la materia que amamos, son escuchadas. Siempre hay alguien que traduce, completa con sus propios signos, en otro código, el mensaje implícito en una botella al mar.
Esto no pretende tener el desprendimiento de ese anonimato, ni la temperatura de un poema de Vallejo, pero quiero que sepa, querido maestro, que usted con sus clases, abrió ese camino. Usted, con su generosidad, provocó mi asombro permanente.
Yo no sé si lo que hago, tiene valor. Sólo sé que no puedo hacer otra cosa. Quizás no recuerde que fui alumno suyo. Pero quiero agradecerle ahora, después de tantos años, su empeño en enseñarme. Naturalmente, no lo culpo de los resultados.
El espacio. El espacio vacío y el lleno. Usted me enseñó a verlo. Usted, mediante la afinación del ojo y del acto, me introdujo en los misterios de los opuestos que hacen al mundo y a la vida, física y espiritualmente.
La poesía que nace de una forma junto a otra: “una oreja, para un plástico, antes de ser una oreja, es una forma “. Eran verdades aparentemente simples, pero para que existieran, alguien tenía que nombrarlas. Usted nombró a la forma y la forma se hizo.
Mientras viví en Barcelona, se realizó en Buenos Aires una muestra colectiva donde figuraban algunos de mis trabajos. Un queridísimo amigo me envió una carta e incluyó una nota que alguien había escrito al ver mis esculturas, nota que terminaba con un poema de Vallejo. No había firma, de manera que no sé quién la escribió. Nota y poema me conmovieron. ¿Sabe por qué? Me sentí útil, se me reveló que las “frases” que uno dice con la materia que amamos, son escuchadas. Siempre hay alguien que traduce, completa con sus propios signos, en otro código, el mensaje implícito en una botella al mar.
Esto no pretende tener el desprendimiento de ese anonimato, ni la temperatura de un poema de Vallejo, pero quiero que sepa, querido maestro, que usted con sus clases, abrió ese camino. Usted, con su generosidad, provocó mi asombro permanente.
Por usted entendí lo que era dar.
De esto sí lo hago culpable.
Juan Carlos Distéfano / Escultor
Juan Carlos Distéfano / Escultor
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